Papá, puntal de mis tiempos
llevo la heredad del nido,
aromas y sabores mixturados,
bronce, relojes, pan casero
y frambuesas y calafates
y el árbol de Navidad.
Padre, vuelvo de Montevideo,
de aquel puerto donde un día
llegaron los Vitrac-Castagnet,
con Francia en el equipaje
y en su corazón grabados
el Sena y Notre Dame.
Al cruzar el “Entrevero”
vi a la pequeña Francisca
jugando por esa Plaza…
Y guardo la bendición diaria
de la antigua Iglesia Matriz.
Allí, vive amarillento
el natalicio que reza:
Francisca Vitrac-Castagnet
Y oré por ti y tus ancestros
y no fui a la “ Messe du Dimanche”
por estar en Canelones,
en Atlántica, en Las Piedras
y Cerrillos y Progreso.
Tu alma de reloj me ha llevado
del campanario de Punta Arenas
a su gemelo en Las Piedras,
Chile y Uruguay, las mismas “ruedas”
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